En los adultos mayores, el llamado “dolor nociplástico” puede ser generado por cuadros de depresión, ansiedad, insomnio y pensamientos negativos.
Enfermedades comunes como Fibromialgia, síndrome del intestino irritable, síndrome doloroso vesical, cefaleas y fatiga crónica no siempre tienen un origen ciento por ciento somático.
De hecho, en mucho casos pueden estar asociadas a una condición más propia de la salud mental, y que se conoce como dolor nociplástico.
Así lo afirma la Dra. Delia Ruiz, Médico Fisiatra, vicepresidenta de la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor y Cuidados Paliativos (ACHED-CP), quien comenta que “este mecanismo de dolor corresponde a una nueva definición por parte de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, según su sigla en inglés), ya que se estableció como tal recién en 2017”.
El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable, generalmente vinculada a un daño, que puede ser una lesión real o potencial.
Este dolor, a su vez, se define como crónico, cuando el paciente lo experimente de manera continuada durante 12 semanas o más
“Este dolor puede estar dado por una condición multifactorial que se manifiesta con síntomas físicos y psicológicos que pueden generar variadas consecuencias, entre ellas, la disminución en la calidad de vida, discapacidad, alteración de las actividades cotidianas, cambios en el estado de ánimo y alteraciones del sueño”, destaca la Dra. Ruiz.
Tipos de dolor y sus orígenes
La Dra. Ruiz detalla, asimismo, que existen tres tipos del dolor según su origen:
Nociceptivo: Causado por la activación de los receptores del dolor (nociceptores) en respuesta a un estímulo (lesión, inflamación, infección, etc.).
Neuropático: Provocado por una lesión o enfermedad específica del sistema somatosensorial (parte del sistema nervioso que nos proporciona información del tacto, dolor, temperatura, entre otros).
Algunas patologías que pertenecen a esta categoría son neuropatía diabética periférica, esclerosis múltiple, entre otras.
Nociplástico: Cuando el paciente percibe dolor, es decir, se produce una alteración de las vías sensoriales que están relacionadas con este malestar, pero no hay evidencia de que exista un daño tisular y que se estén activando los nociceptores del dolor.
“Tampoco hay evidencia real de que sea un dolor neuropático, es decir, que exista una lesión o enfermedad del sistema somatosensorial. Entonces no es ni nociceptivo ni neuropático”, explica la Dra. Ruiz.
Por su parte, el Prof. Dr. Roberto Rey, neurólogo del Instituto Argentino de Investigación Neurológica Sanatorio Finochietto, de la Universidad de Buenos Aires, explica que el dolor nociplástico puede aparecer sin que haya una causa somática clara o concreta.
“Así como hay personas que pueden caminar sobre brasas sin manifestar dolor, también hay quienes pueden sentirlo ante estímulos que normalmente no lo generarían, sin que se detecten lesiones somáticas ni neurales que justifiquen este dolor en forma crónica”, enfatiza el especialista.
Según el artículo “Nueva clasificación del dolor: introduciendo el dolor nociplástico”, publicado en la revista científica Neuro Rehabs News, la perpetuación de este dolor se relaciona con factores psicosociales, los cuales ayudarían a generar cambios plásticos en las neuronas, lo que induce falsas señales, que llegan al cerebro, de daño en los tejidos.
“El cerebro responde manteniendo un estado de alerta amplificando las señales y haciendo que el dolor se perpetúe”, detalla la publicación.
Dolor y emociones
Según el Dr. Roberto Rey, algunas de las características clínicas y comorbilidades que comparten las personas que sufren de dolor nociplástico son ansiedad, depresión e insomnio, “además de la superposición de distintos síndromes dolorosos crónicos de este tipo”, agrega el especialista.
Pero las emociones o factores psicosociales no solo se asocian con las manifestaciones de dolor físico ya que, según la Sociedad Europea de Cardiología, tratar los factores de riesgo psicosociales puede contrarrestar el estrés psicosocial, la depresión y la ansiedad.
Además esto podría facilitar el cambio conductual y, por ende, mejorar la calidad de vida y el pronóstico de los pacientes.
En este sentido, el Dr. Fernando Lanas, cardiólogo, académico del Dpto. de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la U. de La Frontera e integrante del Comité de Expertos de la OMS para diseñar la estrategia de infarto y ACV, comenta que existen numerosos estudios que respaldan la afirmación de que los factores psicosociales impactan en la salud cardiovascular.
Por un lado -indica el Dr. Lanas-, existe el llamado síndrome del Takotsubo, también conocido como síndrome de corazón roto, fenómeno más común en las mujeres y que se presenta con una pérdida de la fuerza en la punta del corazón.
“Si bien esta dolencia puede ser transitoria, se han reportado casos en que ocasiona la muerte”, advierte el Dr. Lanas.
El cardiólogo añade que una de las diferencias del síndrome de Takotsubo con un infarto al miocardio es que con este síndrome se produce un cambio en la anatomía del corazón, generando los mismos síntomas de un infarto al miocardio -como dolor en el pecho y falta de aire-, pero una vez superado el episodio, el órgano vuelve a su forma y funcionamiento normal.
Así mismo, el Dr. Lanas comenta que participó de un estudio mundial sobre la asociación de estrés psicosocial con el riesgo de infarto al miocardio, el cual arrojó que los factores emocionales como angustia y depresión corresponden a la tercera causa de este tipo de eventos.
“En primer lugar se encuentra el colesterol alto, luego el hábito de fumar y en tercer lugar los factores psicosociales”, enfatiza.