El Accidente Cerebro Vascular o ACV es una enfermedad aguda que puede ser mortal, o bien, dejar a la persona afectada con grave secuelas que van desde la discapacidad parcial a total.
Ocurre principalmente por dos razones:
- Cuando una arteria se obstruye o se cierra y parte del cerebro se queda sin flujo sanguíneo.
- Cuando una arteria se rompe y comienza a sangrar dentro del cerebro o a su alrededor.
Se trata de una patología muy grave y extendida entre la población, y que para muchos especialistas se intensifica aún más por las complejas exigencias de la acelerada vida moderna.
Incluso, algunos profesionales de la medicina funcional consideran que las malas condiciones ambientales derivadas del cambio climático, como el exceso de calor y la falta de agua, también influyen en su masificación.
Según reportes del ministerio de Salud de Chile, los ACV hoy son la segunda causa de muerte y la primera causa de discapacidad adquirida en adultos, especialmente de la tercera edad.
Más aún, el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares advierte que las personas mayores de 65 años tienen un riesgo 7 veces mayor de sufrir un ACV.
Esta condición de peligro se incrementa aún más debido a que el 75% de las personas mayores de 65 años sufre de hipertensión, uno de los principales factores de riesgo que propician los ACV.
Por ello, es vital que siempre estemos atentos a cualquier síntoma que nos indique su presencia.
Los indicios más característicos de un ACV son los siguientes:
- Pérdida de fuerza en un lado del cuerpo o en el rostro.
- Alteración del habla y dificultad para expresarse.
- Dolor de cabeza sorpresivo y extremo.
Ante la primera aparición de estos síntomas debes concurrir de inmediato y sin tardanza al servicio de urgencia más cercano.
Esto es esencial, pues mientras más tiempo transcurra antes de recibir atención médica, mayor será la probabilidad de fallecer o sufrir gravísimas secuelas neurológicas y motoras.
Prevenir también es vital
Sin embargo, también debemos considerar que hasta 90% de los ACV se pueden prevenir. Para ello es esencial conocer previamente sus principales factores de riesgo:
- Presión arterial alta.
- Obesidad.
- Diabetes o resistencia a la insulina.
- Tabaquismo.
- Colesterol alto.
- Sedentarismo.
- Alimentación poco saludable.
- Contaminación ambiental.
- Antecedentes de arritmias cardiacas (como fibrilación auricular).
Una vez conocidos y determinados estos factores de riesgo, es importante seguir las siguientes recomendaciones:
- Mantener bajo control permanente enfermedades y padecimientos crónicos como hipertensión, diabetes y exceso de colesterol.
- Practicar una dieta saludable, rica en frutas, verduras, fibra y lácteos bajos en grasa.
- Disminuir el consumo de azúcares, carnes y granos refinados, como pan o arroz blancos.
- Realizar actividad física regular, al menos por 30 minutos al día la mayoría de los días de la semana.
- Evitar el consumo de tabaco y sal.
- Mantener siempre controlada la presión arterial, el colesterol y los niveles de azúcar en sangre.
- Realizarse controles médicos periódicos.
De este modo cuidarás mejor tu salud, podrás prevenir los graves efectos de sufrir un ACV y disfrutarás de una mejor calidad de vida.