La deglución es muy importante para la correcta alimentación de las personas, por ello, esta afección suele tener graves consecuencias para la salud y calidad de vida general.
Una de las dolencias más complejas y dolorosas que pueden enfrentar los adultos mayores es la disfagia.
Desde el punto de vista médico, la disfagia es una dolencia muy específica que se define como la dificultad para tragar.
Esta afección no solo puede ser dolorosa, sino también persistente, lo que se traduce en la imposibilidad para alimentarse en forma adecuada.
Ante esta situación es imprescindible recibir atención especializada, pues una disfagia sin tratamiento puede derivar en cuadros de desnutrición aguda e, incluso, en la muerte.
¿Cómo reconocer la disfagia?
Aunque la disfagia puede manifestarse a cualquier edad, es más común en los adultos mayores y sus causas pueden ser muy variadas.
Entre sus síntomas principales, destacan los siguientes:
- Dolor e incapacidad para tragar
- Sensación de que la comida se atasca en la garganta, el pecho, o detrás del esternón
- Babeo creciente
- Ronquera recurrente
- Reflujo y acidez estomacal frecuente
- Pérdida de peso
- Tos o arcadas durante las comidas
Si experimentas uno o más de estos síntomas, de manera constante, es muy importante que consultes de inmediato con tu médico.
En especial si la sintomatología va acompañada de una pérdida constante de peso y otras complicaciones, como vómitos, mareos y debilidad general.
Principales causas
La deglución es una función extremadamente compleja, en la que participan numerosos músculos y nervios.
Por ello, cualquier afección que los debilite o dañe, o que cause un estrechamiento de la parte posterior de la garganta o del esófago puede causar disfagia.
En este sentido, algunas de las causas más comunes de la disfagia, son las siguientes:
1. Trastornos y daños neurológicos:
Algunos trastornos como, por ejemplo, esclerosis múltiple, distrofia muscular y enfermedad de Párkinson, pueden causar disfagia.
A su vez, daños neurológicos repentinos como, por ejemplo, accidentes cerebrovasculares, lesiones cerebrales o de la médula espinal, también puede alterar la capacidad de tragar.
2. Divertículos faringoesofágicos:
También conocidos como “divertículos de Zenker”, son pequeñas bolsas que se forman en la garganta, justo encima del esófago y que provocan la acumulación de partículas de comida.
Esto genera dificultad para tragar, gorjeos, mal aliento y necesidad constante de aclarar la garganta o de toser repetidamente.
3. Cáncer:
Algunos tipos de cáncer, así como los tratamientos oncológicos, pueden causar dificultad para tragar.
Tipos de disfagia
Los especialistas indican que la disfagia puede clasificarse en las siguientes categorías:
1. Disfagia esofágica
Es la sensación de que los alimentos se pegan o atascan en la base de la garganta o en el pecho, después de haberlos comenzado a tragar.
Algunas de sus causas más conocidas son:
- Acalasia: Es una afección que daña los nervios o músculos del esófago, y dificultan el paso de alimentos y líquidos hacia el estómago. Tiende a empeorar con el tiempo.
- Espasmo esofágico: Es una afección que causa contracciones descoordinadas y de mucha presión en las paredes inferiores del esófago, generalmente después de tragar.
- Estrechamiento del esófago: El reflujo gastroesofágico puede causar lesiones que suelen generar estrechamiento de las paredes, y dificultad para tragar.
- Tumores esofágicos: El crecimiento de tumores en el esófago, hace que sus paredes se vayan estrechando constantemente.
- Esofagitis eosinofílica: Es una enfermedad del sistema inmunitario que se produce cuando los glóbulos blancos, llamados eosinófilos, se acumulan en el esófago.
- Esclerodermia: Es un endurecimiento del esfínter esofágico inferior, que causa acidez estomacal frecuente.
- Radioterapia: Este tratamiento oncológico puede causar inflamación y endurecimiento de las paredes del esófago.
2. Disfagia orofaríngea
Ciertas afecciones respiratorias también pueden debilitar los músculos de la garganta, lo que dificulta el paso de los alimentos de la boca a la garganta y al esófago.
Esto podría causar que la persona se atragante, o tenga arcadas y tosa al intentar tragar, o bien, tener la sensación de que los alimentos o los líquidos bajan por la tráquea o suben por la nariz.
Factores de riesgo
El principal factor de riesgo asociado a la aparición de la disfagia es, indudablemente, el envejecimiento y el proceso de deterioro fisiológico asociado al mismo.
Esto se debe al desgaste natural de los músculos del esófago, situación que se traduce en mayor dificultad para tragar los alimentos.
Del mismo modo, las personas mayores enfrentan más posibilidades de padecer ciertas afecciones que inciden en la aparición de disfagia, como ACV o enfermedad de Parkinson.
Asimismo, ciertas afecciones médicas, como los trastornos neurológicos y del sistema nervioso, generan más probabilidades de tener dificultades para tragar.
Esto hace que los adultos mayores tengan mayor probabilidad de padecer dificultades para tragar, aun cuando la disfagia no se considera un signo típico de envejecimiento.
Complicaciones
Dada la importancia de la deglución para la correcta alimentación de las personas, la disfagia suele tener graves consecuencias para la salud y calidad de vida general.
Entre estas destacan las siguientes:
- Desnutrición, pérdida de peso y deshidratación, ante la imposibilidad de ingerir alimentos en forma normal.
- Neumonía por aspiración de alimentos o líquidos durante los intentos de deglución (por introducción de bacterias en los pulmones).
- Atragantamiento, provocado por los constantes esfuerzos fallidos para tragar.
¿Cómo enfrentar la disfagia?
Aunque las dificultades para tragar no se pueden prevenir, si podemos reducir el riesgo de padecer dificultades derivadas de la disfagia, si comemos lentamente y masticamos bien los alimentos.
Sin embargo, si experimentas algunos de síntomas descritos anteriormente, debes consultar de inmediato a un profesional de la salud.
Esta recomendación es especialmente importante, si tienes enfermedades por reflujo gastroesofágico o antecedentes neurológicos negativos.