Según datos del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, se estima que en Chile existen cerca de 624.000 cuidadores, de los cuales 54.000 se encuentran actualmente registrados como tales en la plataforma informativa habilitada por los autoridades.
Por ello, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Personas Cuidadoras, los expertos enfatizan que la sociedad sigue en deuda con quienes desempeñan esta compleja y vital tarea.
Así lo estima Camila Oda, académica del Instituto de Ciencias Sociales (ICSo) de la Universidad de O’Higgins (UOH), quien explica que “la mayoría de las personas que se desempeñan como cuidadores son parientas directas de la persona cuidada: esposa, cuñada, nuera, hermana, hija, y el punto, es que por las actividades de cuidado, tienen que dejar muchas veces -parcial o totalmente- sus actividades fuera del hogar. Lo anterior supone, en muchas ocasiones, que quien cuida esté en una situación de vulnerabilidad económica, muchas veces mayor, porque pueden dedicarse a cuidar -años y años- y después no tienen jubilación ni protección social”.
En su opinión, también es importante considerar los altos costos en salud de ser cuidador, pues “cuidar muchas veces es desgastante; es distinto cuidar una guagua que va en camino hacia la autonomía, que cuidar a una persona que va hacia el deterioro o que no tiene autonomía. A ello, se suma la angustia de no saber qué va a pasar con esa persona, quién lo va a cuidar cuando quién cuida ya no esté, porque en Chile no existe un entramado social, como en otros países, que se haga cargo de garantizar el cuidado de la persona cuidada y del cuidador”.
Por su parte, el académico del Instituto de Ciencias de la Salud (ICS) de la UOH, Nicolás Schongut, señala que entre las consecuencias que sufren las personas que cuidan, está, fundamentalmente, el llamado “burnout del cuidador”. Agrega que “en una persona que no tiene espacios de descanso, no tiene red de apoyo ni espacios de cuidado para sí misma, y que debe estar disponible 24/7 para una persona que tiene necesidades y demandas constantes, complejas y agotadoras, física y mentalmente, es muy común que se produzca este síndrome”.
El burnout del cuidador/a se caracteriza por ser una condición de estrés crónico, donde quien cuida tiene sentimientos de culpa, además de fatiga y agotamiento físico y emocional. “Son personas que, al estar con estrés crónico, están con niveles de cortisol permanentemente elevados, lo que incrementa el riesgo de padecer ansiedad, depresión, problemas digestivos, aumento de peso y enfermedades cardiacas como hipertensión arterial o accidentes cerebrovasculares, entre otras consecuencias”, explica Schongut.
¿Qué falta y qué existe?
Para los expertos es imprescindible que nuestro país cuente con una política pública en el tema de los cuidadores. Ello implica, entre otras prioridades:
- Reconocer que cuidar a otra persona es un trabajo.
- Garantizar apoyos desde el Estado para que estas personas cuenten, por ejemplo, con más ayuda en las tareas domésticas y a nivel económico.
- Entregar espacios para que los cuidadores pueden ventilarse y desahogarse.
Al respecto, Nicolás Schongut comenta que el hecho de que el cuidado se otorgue a solo una persona dentro de la familia no es un problema de la familia, sino un problema social. “El trabajo de cuidado no remunerado está prácticamente feminizado. Al menos 9 cada 10 personas que cuidan, no remuneradamente, son mujeres. Y eso, tiene que ver más con lógicas sociales, que con lógicas dentro de la familia; y, muchas veces, son contingentes, porque también hay una brecha salarial que favorece a los hombres. Entonces, si alguien tiene que renunciar al trabajo va a ser la mujer porque gana menos. Esto no es fácil de resolver, por eso es que se necesitan políticas públicas”, enfatiza.
A su vez, la académica Camila Oda hace presente que, pese a que estamos envejeciendo como sociedad, no nos estamos haciendo cargo del fenómeno, como sí se observa en otros países.
“Los cuidadores presentan alta prevalencia de trastornos del ánimo o trastornos ansiosos, entre otros factores, por la carga emocional que, muchas veces, genera la sensación de renuncia, respecto de lo que están perdiendo de sus propias vidas, además de una significativa sensación de soledad. Por ello, es positivo que en otros países existan políticas públicas que permitan contar con un sistema de ‘cuidado de cuidadores’, que van desde tener una reunión para conversar sobre lo que significa cuidar o charlar de otra cosa. Para que el cuidador pueda acudir a estos espacios, el Estado garantiza que una persona irá a apoyarles en lo doméstico, por ejemplo, cuidando a la persona cuidada, para que quién cuida pueda salir. También hay programas que envían una persona para que limpie y ordene la casa, y así alivianar el trabajo de quién cuida”, enfatiza.
Otro caso que expone Oda es el de España, donde “el Estado realiza un programa de vacaciones para las personas en situación de discapacidad, es decir, el Estado las lleva de paseo para que sus cuidadores y ellas mismas puedan descansar y recuperarse”.