Una alimentación nutritiva y balanceada es esencial para preservar la buena salud de las personas.
Esta circunstancia es especialmente trascendente para los adultos mayores, quienes, por su condición física y mental, suelen padecer diversas afecciones que en general se sobrellevan de mejor forma si se ingiere un aporte de nutrientes más específico y apropiado.
Así lo afirma el doctor Juan Ignacio Quinteros, médico geriatra de Clínica Alemana, para quien “el estado nutricional es un determinante muy importante para la salud, independencia y calidad de vida de las personas mayores”.
En opinión del facultativo, existe una asociación claramente demostrada entre el estado nutricional precario y el aumento de las enfermedades y también de la mortalidad en este grupo etario, por lo que “uno de los objetivos más importantes en la atención geriátrica es optimizar el estado nutricional de los adultos mayores, dado que se trata de un factor pronóstico muy potente”.
“Por ejemplo -explica-, la desnutrición altera la función inmunitaria, condiciona una mala cicatrización de las heridas y provoca debilidad muscular (entre otras situaciones negativas). Así mismo, la desnutrición per se disminuye el apetito y, consecuentemente, empeora el estado nutricional ya alterado, lo cual se traduce, además, en aumento de enfermedades y mortalidad, disminución de la calidad de vida, prolongación de hospitalizaciones y aumento en los costos de salud”.
Análisis que comparte la nutricionista de Clínica Las Condes, Daniela Ghiardo, quien destaca además el hecho de que en esta etapa de la vida “hay un deterioro importante del sentido del gusto, de la absorción de nutrientes y de la mecánica de la deglución”.
“Además -precisa Daniel-, hay disminución natural de la masa muscular, pérdida de piezas dentales y aparecen patologías crónicas que requieren tratamientos con medicamentos que cambian el sabor de las cosas o disminuyen el apetito, por lo que la alimentación merece mucha atención o adaptación a cada paciente, y se torna más compleja en esta etapa”.
Personalización y cuidados especiales
La alimentación especial que requiere un adulto mayor siempre debe tener en cuenta dos aspectos esenciales: la cantidad de calorías que debe consumir y el aporte de los principales nutrientes. Esto se debe a que necesitan una dieta personalizada, y que permita contrarrestar los efectos fisiológicos y mentales derivados del deterioro propio que sufre el organismo, a medida que avanza la edad.
Al respecto, el doctor Juan Ignacio Quinteros, comenta que el estado nutricional en la persona mayor “está condicionado por el proceso de envejecimiento y por los cambios físicos, mentales, sociales y ambientales que se asocian a éste”.
En tal sentido, el facultativo agrega que los cambios fisiológicos ocurridos durante el proceso de envejecimiento, hacen que las personas sean más propensas a padecer deficiencias en determinados micronutrientes y oligoelementos, como proteínas, hierro, calcio, fibra, vitaminas y líquidos.
“Además -precisa-, existen cambios en su composición corporal que, en ocasiones, pueden afectar su estado nutricional. (Por ello) al margen de los cambios que se asocian al envejecimiento, en el estado nutricional del anciano están implicados múltiples factores, entre los que destacan una mayor prevalencia de enfermedades y comorbilidad, como el cáncer, la enfermedad cardíaca, la demencia y otras patologías”.
En razón de ello, el doctor Quinteros recomienda, en primer término, que el adulto mayor practique una dieta mediterránea, la cual, a su juicio, “ofrece un patrón alimentario adecuado para la prevención de enfermedades crónicas y del deterioro funcional”.
“Se ha demostrado que (esta dieta) previene la aparición de síndrome metabólico, diabetes, enfermedad cardiovascular, algunos tipos de cáncer y el deterioro cognitivo. Por todo ello, también reduce la mortalidad, tanto cardiovascular como por todas las causas y reduce, además, el riesgo de fragilidad”, enfatiza.
En términos específicos, la dieta Mediterránea que recomienda el doctor Quinteros incluye alto consumo de alimentos vegetales (frutas, verduras, legumbres, granos, nueces y semillas) e hidratos de carbono complejos (pan y pasta); consumo moderado de pescado, huevos, aves y productos lácteos (como queso y yogur); y bajo consumo de carne roja y carne procesada.
Además, considera al aceite de oliva como principal fuente de grasas, en lugar de las de origen animal.
La nutricionista Daniela Ghiardo recomienda, por su parte, ocuparse en “la consistencia de la comida”, de modo que ésta tenga presentaciones más blandas, pues “hay alimentos, como el arroz graneado, que atora bastante a los adultos mayores”.
La especialista de Clínica Las Condes sugiere, asimismo, seguir en general los consejos de las guías alimentarias “que sugieren potenciar el sabor ácido de las preparaciones, ya que (en edades avanzadas) se pierde la capacidad de sentir el sabor salado; e ingerir preparaciones más proteicas que en otro grupo de edad”.
“Pero también hay que recordar que cada adulto mayor debe ser evaluado en base a su estado nutricional, actividad física, patologías, fármacos en uso, capacidad de masticar y de hacerse cargo de la elaboración de sus alimentos, entre otros factores, para adecuar el mejor plan alimentario para él o ella”, enfatiza.
Opinión que comparte el doctor Quinteros, quien menciona que las guías alimentarias especializadas también recomiendan que los adultos mayores consuman cinco raciones de vegetales al día (tres de frutas y dos de verduras). “Aunque, la mayoría de los beneficios mencionados también se pueden alcanzar con sólo tres raciones diarias (dos de fruta y una de verdura)”, destaca.
Sus recomendaciones también apuntan a cuidar el consumo de proteínas, el cual, para hacer frente a una mayor actividad catabólica, “es algo mayor en los ancianos que en las personas de mediana edad, por lo que, en general, se recomienda una ingesta de 1 a 1,5 g de proteínas por Kg. de peso al día”.
En el caso de los pacientes obesos, en tanto, el doctor Quinteros indica someterlos a una valoración geriátrica integral que permita determinar su situación funcional precisa, antes de tomar cualquier determinación sobre sus respectivos tratamientos o dietas. “Esta evaluación determinará su expectativa de vida, y será la que condicione el plan de cuidados que se ha de seguir”, reitera.
En su opinión, no se debe exigir mucha pérdida de peso a los pacientes con mala situación basal funcional (la cual ya implica mal pronóstico vital), pues “el efecto de la obesidad como factor de riesgo total y cardiovascular, a corto plazo, no es importante (en estos casos)”.
El facultativo enfatiza, así mismo, que las dietas con restricción calórica son “de resultado incierto en ancianos, ya que la pérdida de peso casi siempre se acompaña de pérdida acelerada de masa muscular y aparición de sarcopenia”, lo cual suele tener “consecuencias devastadoras” para la salud y calidad de vida de estas personas.
Por ende, siempre hay que tener mucha precaución al momento de adoptar una decisión de este tipo, pues a la larga podría ser más perjudicial que positiva.
Hidratación y cuidados especiales
Otro factor esencial dentro de las dietas personalizadas que debe seguir todo adulto mayor es el consumo de líquidos, pues, tal como destaca el doctor Quinteros, con la edad “se produce una disminución de la percepción de sed, lo que aumenta el riesgo de deshidratación”.
En tal sentido, la recomendación del especialista es beber aproximadamente 2 litros diarios para las mujeres, y 3 litros para los hombres.
Opinión compartida por la nutricionista Daniela Ghiardo, quien puntualiza además que a los adultos mayores les incomoda beber mucho líquido, “para no tener que orinar tanto”, situación que se combina con el uso frecuente de diuréticos para manejo de hipertensión o cardiopatía.
En su opinión, “esto trae consigo serias deshidrataciones, problemas de constipación y riesgo de hospitalización por infecciones urinarias”, lo cual realza la relevancia de incrementar el consumo de agua y bebidas saludables.
Del mismo modo, los adultos mayores deben reducir al mínimo el consumo de bebidas gaseosas o carbonatadas, con azúcares añadidos y, muy especialmente, las alcohólicas, pues tal como enfatiza el doctor Quinteros, “no se debe promover el consumo de alcohol, ni siquiera en pequeñas cantidades, pues no hay evidencia clara de que su consumo reduzca el riesgo de enfermedades crónicas o el deterioro funcional”.
“Además, el consumo de cantidades superiores a una copa por día de cualquier bebida, aumenta su mortalidad”, añade el facultativo de Clínica Alemana.
Situación que también pone sobre el tapete la nutricionista Daniela Ghiardo, pues a esta edad “los órganos como el hígado detoxican más lento, y puede haber mucho más daño por alcohol que en otros individuos”.
Además, si la persona es diabética corre riesgo de sufrir una hipoglicemia grave por el consumo de alcohol en forma excesiva. Por ello, “se recomienda que este consumo no sea más de 1 o 2 copas a la semana”, indica la especialista de Clínica Las Condes.
Donde también hay consenso es en la necesidad de que los adultos mayores eviten, e idealmente, eliminen de su dieta diaria, el consumo de carne procesada y embutidos, así como de azúcares añadidas (azúcar de mesa o miel) y presentes en alimentos procesados (pasteles y galletas, o bebidas azucaradas).
El doctor Quinteros profundiza esta advertencia, aconsejando dejar de lado todo tipo de alimentos procesados, pues “suelen incluir grasas saturadas, azúcares refinados, exceso de sal y de calorías, todos los cuales son (ingredientes) desaconsejables (para el adulto mayor)”.
Esto implica, a su vez, tener conciencia de la importancia de informarse muy bien sobre los componentes de los productos refinados, ya sea leyendo las etiquetas de cada uno de ellos, o investigando en las diversas fuentes disponibles tanto en la literatura impresa como en línea.
Precaución que Daniela Ghiardo complementa con la recomendación de “preferir preparaciones simples, naturales, blandas, idealmente húmedas y fáciles de masticar”, evitando los alimentos ultra procesados “por su altos niveles de sodio, ya que un enorme porcentaje de adultos mayores tiene restricción de este mineral debido a patologías cardiovasculares o renales”.
Para la nutricionista es importante que la persona, o su círculo de apoyo cercano, se informe sobre todo del contenido de sodio y azúcares de los alimentos. “Lamentablemente las tablas vienen en letra pequeña, aunque, los sellos y advertencias son fáciles de distinguir y (constituyen) una buena herramienta para ellos y ellas”, enfatiza.
Y si bien hoy el mercado también ofrece gran variedad de productos especializados, como suplementos nutritivos y preparaciones a base de formulaciones de laboratorio, la recomendación de los especialistas es utilizarlos sólo como complemento, bajo estricta supervisión médico-profesional, y sin dejar de lado la imprescindible ingesta de alimentos naturales.
Otras indicaciones
Junto con estos recomendaciones, los especialistas internacionales también sugieren que las dietas del adulto mayor incluyan los siguientes aspectos:
- Ingerir de 1.800 a 2.100 Kcal en las mujeres; y de 2.000 a 2.400 Kcal para los hombres. De ese total, los carbohidratos deben aportar entre 1.000 y 1.200 Kcal. Para que ese aporte sea saludable, solo entre 100 y 120 Kcal deben ser carbohidratos simples y, el resto, de 900 a 1.000 Kcal, deben ser carbohidratos complejos (cereales, algunas verduras y hortalizas, frutas y leguminosas).
- Las grasas no deben superar las 600 Kcal del aporte de energía. De estas, no más de 60 Kcal deben corresponder a grasas saturadas (como carne roja, embutidos, leche y lácteos no descremados); mientras que el resto debe corresponder a insaturadas (pollo, sardina, arenque, atún, salmón, aceite de oliva y canola).
- Ingerir como mínimo entre 25 y 30 g de fibra a diario (en cereales integrales, frutas con piel, hortalizas y leguminosas).
- Incluir pescados grasos y alimentos fortificados, además de calcio (presente en lácteos y pescados) para mantener altos los niveles de vitamina D.
- Además de agua, beber de preferencia, sólo líquidos saludables como zumos, caldos e infusiones sin azúcar añadida.
- Reducir la cantidad de sal a menos de 6 g/día (este límite es menor para los diabéticos).
- Incorporar a la dieta diaria, en la medida de lo posible, arándanos (por ser ricos en nutrientes y vitaminas) y palta (por su aporte de vitamina E).
- Evitar frutas y zumos ácidos, frituras, alimentos picantes y salados, productos ahumados o adobados, dulces, golosinas y bebidas carbonatadas.
¡Feliday siempre te cuida!