¿Cómo previenes el síndrome de fragilidad?

Prevenir la fragilidad

El paso de los años provoca, inevitablemente, la disminución de nuestras capacidades físicas. Es parte de un proceso natural por el cual todos pasaremos tarde o temprano.

 

Sin embargo, un porcentaje relativamente importante de adultos mayores sufre, a partir de los 65 años, de otra condición bastante compleja que se denomina “síndrome de fragilidad”.

 

Dicho síndrome conlleva alto riesgo de padecer enfermedades, de sufrir caídas y además quedar expuesto a las consecuencias de diversas patologías de tipo crónico, como cardíacas, renales o digestivas, entre otras.

 

¿Qué es la fragilidad?

 

Según explican los especialistas, la fragilidad es un síndrome geriátrico que afecta a los adultos mayores y se manifiesta con diversos síntomas que suelen presentarse al mismo tiempo, en mayor o menor intensidad, dependiendo de la cada persona.

 

Estos síntomas son, generalmente, los siguientes:

 

  • Pérdida de entre 4 a 5% del peso corporal, en períodos iguales o inferiores a un año.
  • Reducción paulatina de la actividad física.
  • Sensación permanente de cansancio o fatiga.
  • Disminución de la fuerza, expresada en la menor capacidad de presión de las manos.
  • Disminución de la velocidad de caminata.

 

La presencia e impacto de este síndrome en las personas se puede medir de varias maneras. Sin embargo, los médicos suelen recurrir a dos criterios principales.

 

Prevenir la fragilidadAl respecto, el profesor Iván Palomo, director del Centro de Investigación en Trombosis, CIT, de la Universidad de Talca, y de Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable, CIES, explica que estos dos criterios más importantes son “la fuerza de las manos y la velocidad al caminar”.

 

“Una de las escalas que utilizamos para medir ambos indicadores, la FTS 5, fue creada por un investigador español colaborador nuestro, y sus criterios tienen que ver con: la fuerza con que la persona pueda apretar un dinamómetro, la fuerza de agarre de la mano que utiliza mejor, la velocidad al caminar una distancia corta, el índice de su masa corporal y la capacidad de equilibro”, explica el académico de la Universidad de Talca.

 

¿Cómo nos impacta la fragilidad?

 

Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 3% de la población mayor de 65 años sufre algún grado de fragilidad.

 

Esta proporción varía entre 16% y 20% en personas de 80 años o más; y asciende a 30% en la población mayor de 90 años.

 

Aunque este síndrome no suele presentarse de improviso, sus síntomas se van incrementando en forma gradual, lo que generando un efecto acumulativo que puede tener graves consecuencias para la salud general de la persona afectada.

 

Entre estas consecuencias podemos destacar los siguientes:

 

  • Detona procesos de discapacidad motriz.
  • Incrementa el riesgo de padecer enfermedades.
  • Deteriora el equilibro y aumenta el peligro de sufrir caídas.
  • Aumenta la probabilidad de sufrir desnutrición.

 

Ante este cuadro de amenazas, los especialistas concuerdan en que es muy importante reconocer los síntomas que alertan sobre la presencia de este síndrome, en la etapa más precoz posible.

 

Esto implica, además, estar muy atento a las condiciones del ambiente que rodean a la persona, como, por ejemplo, el hecho de jubilarse muy anticipadamente, la disminución de las actividades cotidianas o el exceso de sedentarismo.

 

Asimismo, la presencia de diversas enfermedades que inciden en la vitalidad de las personas, como diabetes, obesidad o ciertas condiciones cardíacas, también pueden llevar a padecer el síndrome de fragilidad.

 

Tratamiento y pronóstico

 

El tratamiento del síndrome de fragilidad es sintomático. Es decir, requiere brindar atención a cada una de sus manifestaciones específicas.

 

Para ello, los especialistas recomiendan cambiar la rutina diaria del paciente y brindar apoyo, a través de la familia o de cuidadores especializados, de modo tal que la persona pueda poner en práctica la siguiente guía de actividades:

 

  • Realizar ejercicios aeróbicos y de esfuerzo (de acuerdo con sus posibilidades y capacidades), para mejorar la fuerza muscular y la lentitud de la caminata.
  • Practicar siempre una alimentación saludable y nutritiva, para evitar la pérdida de peso.

 

Al respecto, el profesor Iván Palomo, de CIES, enfatiza que la alimentación adecuada y la actividad física son primordiales.

 

“Esta recomendación es para todos -indica-, pero a las personas que ya son frágiles, les decimos que no se queden en el interior de sus casas o de sus dormitorios. Que no se queden sentados o recostados, sino que intenten volver a caminar y hacerlo regularmente todos los días; y que hagan ejercicios de fuerza”.

 

El académico también destaca que las personas muy aquejadas pueden, por ejemplo, levantar en su casa un paquete de porotos o unas botellas llenas de agua, todos los días. “También deben tratar de caminar a la mayor velocidad posible”, precisa.

 

Los médicos también recomiendan brindar ayuda especializada ante la presencia de una eventual depresión, que pueda afectar el apetito de la persona.

 

También existen tratamientos farmacológicos de apoyo, que consisten en ciertas hormonas (como la testosterona), multivitamínicos y estimuladores del apetito.

 

Aunque cualquiera de estos medicamentos deben ser recetados por un médico geriatra, de acuerdo con la condición y características de cada paciente.

 

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