El informe “Perspectivas de la población mundial”, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas, establece que en 2050 una de cada seis personas vivas tendrá más de 65 años, lo que equivale al 16% de toda la humanidad.
Ante este contexto, los expertos coinciden en que la mejor respuesta para abordar en forma exitosa los requerimientos nutritivos de una población que envejece sostenidamente, consiste en incrementar la producción de “alimentos funcionales”.
Estos alimentos son aquellos que pueden demostrar científicamente que ejercen una función beneficiosa para la salud de las personas.
¿Qué nos aportan los alimentos funcionales?
Los especialistas concuerdan en que los alimentos funcionales generan un mejor estado de salud y de bienestar general.
De hecho, en el contexto de una dieta balanceada aportan compuestos bioactivos como antioxidantes, fibra y ácidos grasos beneficiosos, que proporcionan permiten disminuir la prevalencia de distintas patologías críticas, como las enfermedades crónicas no transmisibles.
Algunos ejemplos concretos de alimentos funcionales, son los siguientes:
- Alimentos ricos en ácidos grasos como DHA y EPA, de la familia Omega 3, provenientes del aceite de pescado y algunas microalgas, que limitan la pérdida de capacidad cognitiva.
- Alimentos ricos en compuestos antioxidantes, como arándanos, brócolis, zanahorias, tomates, uvas, cacao puro y pimiento rojo, que disminuyen el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
- Alimentos altos en calcio, como lácteos de última generación, que sumados a mayor actividad física ayudan a mantener buena salud ósea y a reducir el riesgo de osteoporosis.
- Alimentos ricos en fitoesteroles, como semillas oleaginosas, aceites, cereales, legumbres y frutos secos, por ejemplo, que ayudan a reducir el “colesterol malo”.
Gracias a estas propiedades, los alimentos funcionales permiten estructurar dietas personalizadas para adultos mayores, ayudándolos a consumir alimentos con menos contenidos de grasas saturadas y azúcares, y que a la vez aporten más ácidos grasos esenciales, como Omega 3, y fibras.
A juicio de los especialistas, esto les ayudará a mejorar su perfil lipídico y a disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, así como mitigar la alta prevalencia de hipertensión y lipidemia, entre otros cuadros que se padecen a edades avanzadas.
Los expertos también destacan el valor que las dietas especiales basadas en alimentos funcionales tienen para la llamada “cuarta edad” o los mayores de 80 años.
En este caso, la industria también debe orientarse a otros objetivos, como mejorar la presentación del alimento, su viscosidad, la facilidad de deglución e, incluso, el desarrollo de envases sencillos de abrir, entre otros aspectos.
Ricos y accesibles
Es importante que el consumo de alimentos con propiedades funcionales no se entienda solo como una obligación o imposición. Por el contrario, deben ser una parte agradable de nuestros hábitos.
Una de las principales estrategias es diseñar dietas variadas y atractivas, como la mediterránea por ejemplo, que no sean monótonas, sino que representen una forma de alimentarse novedosa y placentera.
Así los alimentos funcionales siempre estarán presentes en nuestras vidas y podremos, gracias a ellos, vivir de forma más grata, saludable y placentera.
En este punto, los expertos recomiendan siempre fijarse atentamente en la información nutricional y en los ingredientes presentes en la etiqueta de cada alimento, al momento de adquirirlos.
Pero también es muy importante que los alimentos funcionales sean accesibles a la población. Es decir, que las personas puedan adquirirlos a precios razonables para que los incluyan efectivamente en su dieta.
Solo así obtendrán todos los beneficios asociados a la prevención de enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer y otras patologías no transmisibles como diabetes y obesidad, que se han convertido en las mayores epidemias de un mundo moderno que envejece.