El verano nos brinda una excelente oportunidad para aprovechar las bondades de una alimentación nutritiva, fresca y muy saludable. Esto, gracias a la abundancia de frutas y vegetales propios de la estación, como sandías, melones, duraznos, ciruelas, tomates, choclos y porotos verdes, entre otros.
Esta premisa cobra especial importancia para los adultos mayores, pues una dieta de estas características es naturalmente rica en fibras, antioxidantes y vitaminas. Componentes esenciales para la correcta nutrición del organismo y el bienestar general.
Para que esta condición sea efectiva, es necesario que frutas y verduras sean parte integral de nuestros hábitos cotidianos y no solo un “complemento ocasional”.
Esto implica diseñar una dieta balanceada que considere a estos alimentos como ejes estructurantes, y a partir de ellos generar buenas prácticas permanentes.
Al respecto, los especialistas recomiendan seguir las siguientes recomendaciones generales:
- Consumir cinco porciones diarias de frutas y verduras distribuidas a lo largo de la jornada.
- Preferir productos de la estación, ya que son más frescos.
- Combinar frutas y verduras con gran variedad de colores, pues cada uno de estos ofrece distintos tipos de nutrientes.
- Ingerir al menos ocho vasos de agua por día, y en forma periódica.
- Respetar el horario de las cuatro comidas principales, para establecer ciclos biológicos adecuados.
- Incluir al menos dos colaciones por día, que incluyan yogurt, quesos, frutas, gelatinas, postres, maicenas, barras de cereales y licuados.
Del mismo modo, es importante comer lento, no sólo para disfrutar más la comida, sino porque también mejora la digestión y el bienestar físico de la persona.
Asimismo, hay que lavar cuidadosamente las frutas y verduras, debido al riesgo de sufrir cuadros gastrointestinales e intoxicaciones propias del verano.
Los expertos también recomiendan:
- Reducir el consumo de carnes rojas a no más de dos veces por semana.
- Preferir el pescado y las carnes blancas (pollo o pavo).
- Eliminar de la dieta las bebidas gaseosas.
- Moderar o evitar el consumo de harinas y alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasas saturadas.
- Consumir alcohol sólo en pequeñas porciones y ocasionalmente.
- Preferir las preparaciones hechas en casa.
- Realizar actividad física de acuerdo con las posibilidades de cada persona, y sin exponerse al sol.